viernes, 3 de octubre de 2008

El polaquito de la cama contigua

EL POLAQUITO DE LA CAMA CONTIGUA

—Las calles de tierra que rodean mi casa y las de muchos como yo eran el escondite perfecto. En el mismo barro todos somos iguales, estamos hechos de barro y nuestra piel tiene el color del barro. En la nada en que estamos sumergidos nos mezclamos y reproducimos y cada vez somos más y más barro para las grandes ciudades. Tenemos nuestro propio lenguaje y códigos. Nuestra forma de ser una barriada impenetrable nos da protección contra la yuta o contra los giles que se piensan que se pueden meter como a cualquier barrio. Yo soy unos de los muy pocos rubiecitos del suburbio del fondo y no me preguntes por qué porque no lo sé; pero de chiquito los guachos del potrero me decían el polaquito. A mi viejo, ese hijo de puta, nunca lo conocí, ¿sabés? Mi vieja, de guacho, me presentó muchos tipos que de boludito pensaba que eran mi viejo o amigos de ella. Cuando crecí me di cuenta que mi vieja era una puta y me fui a vivir a una casilla más al fondo ¿sabés?, con unos tipos que me daban laburo de vez en cuando. Al poco tiempo era un callejero con la noche a cuestas. Los días eran para la gilada. En las noches estaban las tranzas y siempre salían de arriba un par de bolsitas de paco para fumar. Mi trabajo comenzó reduciendo los aparatos que robaban los pibes más grandes y la paga era en paco, el mismo paco que ellos luqueaban en el pasillo de la villa. ¡Cómo me gustaba fumár esa gilada!. ¡Qué placér chavón, cuando contenés el humo hasta la manija y lo largás! Son lo cinco minuto más copados de la vida. Por esa gilada era capaz de cualquier cosa, de meterle caño a cualquier gil o a los negocios chiquitos que son fáciles. Esto vi que era una gilada y me conseguí para mi un caño, un fierro copado ¿sabés?, una de esas pistolas que se parecen a las de los canas ¿sabés?. ¡Qué bueno boludo! Le metí caño a todo el gil que cruzara que no fuera del barrio. Después se me salió la cadena e iba al centro y ponía todo los kiosquitos; les chafaba la guita, los puchos y las tarjetas de teléfono que son fáciles de reducir. Ahí fumaba pipa todo el tiempo, estaba puesto hecho una momia de día y de noche. ¡Qué bueno boludo!. Al poco tiempo hubo una volteada grande en los chaperios, cayeron pegados algunos tranzas de paco, lo más giles ¿sabés?. Los otros más piolas saben donde esconderse. En esa misma redada me engancharon de gil ¿sabés?. Yo estaba fumando gilada en la casilla del Tortuga y patearon la puerta los ratis para buscarlo a él que vendía gilada. Ahí quedé pegado, me encontraron el caño y una bocha de viejas y chavones me reconocieron en la taquería. Estaba hasta las bolas ¿sabés?. Tres años de vacaciones en la reja. ¡¿Sabés lo que es eso?!. Ahí si no tenés un conocido o sos polenta te tienen de hijo ¿sabés?. Te hacen lavarles la ropa, le tenés que dar la papa que te dan los cobanis, la comida ¿entendés?; y si te hacés el boludo te agarran entre cuatro o cinco y te desarman a golpes y te usan de putita. ¿Sabés lo que es eso?, te rompen el culo boludo, te usan de minita y lo hacen cuando andan alzados como los perros ¿sabés? Una vez por semana te cogen entre todos. Cuando me dieron la libertad salí enfermo, cualquier gilada me dejaba de cama y cada vez peor, vomito sangre como recién todas las mañanas. Ahora me trajeron aquí pero sé que me voy a ver al barba ¿sabés?. Sé que para estar así es preferible estar muerto. Cada vez me siento peor, lo único que quiero es que llegue la primavera para cumplir veinticinco años. ¡Te prometo que voy a llegar! La primavera es lo que más me gusta del año, hace calor y las minitas se sacan las ropas. Mirame como estoy, lleno de manchas por todos el cuerpo y esos putos médicos del orto que no me sacan esta enfermedad nunca. ¡Hey! ¡Chavón!—.
No sé para que le cuento mi historia a este gil si se va a quedar dormido. Este gil de la cama de al lado me cae bien, espero que no se muera pronto así charlamos un rato cuando podemos hacerlo. Pobre boludo, se enconchó con una puta casada que le prometía que era del nomás y la muy putita se encamaba con el ex y con un par de giles más. Él le decía la rubiecita y me decía que era linda; pero todas las minas son iguales, son todas unas putas de mierda. Recuerdo la Claudia, esa petiza era la única que me hacía calentar. Me recuerdo de la fiebre que tenía el padre cuando se enteró que andaba conmigo. Yo ya tenía mala fama en el chaperio y siempre que podía le chafaba algún manguito al viejo de ella. Cuando se enteraba me corría con la cuchilla y una vez con la escopeta. Por suerte cuando salí del penal no llegué a verla; sino ella también se estaría muriendo como todos los que estamos aquí.




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